En estos días en el que miles de personas están siendo despedidas de sus puestos de trabajo y otras en el mejor de los casos se van a acoger a un ERTE/ERO, sin saber que pasará a la finalización de este. Hoy cuando como mínimo es muy difícil prever la duración de la situación de emergencia y cual será la situación económica una vez superada la pandemia.
Una gran mayoría tenemos muy presentes la importancia de aquellas trabajadoras y trabajadores que están en primera línea: Personal sanitario y todas aquellas personas que trabajan en un hospital o ambulatorio, cajeros, reponedoras, trabajadores de servicios, etc… tantas y tantos, cuyo trabajo de momento se considera imprescindible y ahí están “al pie del cañón” trabajando… Correos, transportes, y tantos otros que se ven expuestos debido a su trabajo a la epidemia y que en muchos casos lo hacen sin las medidas de protección necesarias, poniendo en peligro su salud y la de sus familias. Hoy me gustaría escribir sobre el personal del SEPE, esos y esas que sobre los que recae la responsabilidad de que todos los que no pueden seguir trabajando , que ya son unos 200000 según las últimas cifras, solo en Catalunya, cobren el paro.
-La plantilla del SEPE en la provincia de Barcelona debería ser de más de 1000 personas para cubrir todos los puestos de trabajo. Antes de la pandemia éramos menos de 500 y la edad media de los trabajadores es de 52 años.
– En la provincia de Barcelona hay ya siete oficinas de empleo clausuradas por casos positivos de COVID-19. En el resto de oficinas se sigue trabajando a puerta cerrada, atendiendo al público por teléfono, con el personal bajo mínimos y a destajo, para poder atender al mayor número de personas posible.
– El servicio de atención telefónica RATEL centralizado en la Dirección Provincial dispone de sólo 23 puestos de trabajo para atender el teléfono general de información y tramitación de prestaciones. Los usuarios esperan de media una hora a conseguir que se les atienda, mientras los trabajadores que atienden no tienen ni un segundo entre que acaban de atender una llamada y entra la siguiente. El espacio que ocupan viene a ser una especie de Call Center donde no se respeta la separación que las autoridades están señalando como mínima de seguridad. Los equipos de trabajo son limpiados por los propios trabajadores con bayetas y jabón que les han sido proporcionados en los últimos días.
-La vocación de servicio público que tiene la plantilla, nos hace plenamente conscientes, como lo somos siempre, de que de nosotros depende que las personas tengan acceso a las prestaciones por desempleo. La presión psicológica y el agotamiento es general, pero la mayoría ahí siguen, poniendo todo su empeño.
-Los medios informáticos de que disponemos son del todo insuficientes, y fallan más que una escopeta de feria, como pueden comprobar los propios usuarios, sobre todo aquellos más avezados, que hayan intentado usar los medios telemáticos para reconocerse su propia prestación con los medios que les da la Web del SEPE. Cuando funciona. Los ciudadanos se desesperan, nos insultan, no entienden como esto es posible en 2020, quieren legítimamente que se solucione su situación, que es tremenda. Y solo podemos encajar y seguir trabajando desde la más absoluta impotencia.
-Desde el principio solicitamos la posibilidad de teletrabajar desde casa, tal como se está haciendo en otros organismos públicos y privados. Tal como nos temíamos la respuesta fue: “NO ES POSIBLE” no hay ordenadores ni la administración pública española está preparada para solventar la situación y darnos los medios para trabajar desde casa.
Dicho ésto y sin ánimo de ser alarmista, nos preguntamos qué pasará cuando el mes que viene miles de personas se queden sin cobrar, a pesar de habernos esforzado al máximo. Es imposible, señoras y señores. Esto es un caos. Gracias por su paciencia, que en la mayoría de los casos es admirable. Y por favor discúlpenos y no lo duden allí estaremos invisibles, pero también al “pie del cañón” como tantos otros.
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